miércoles, 27 de marzo de 2019

AGUA QUE NO HAS DE BEBER



Cuadro al óleo 60X60

y poema de
José Mª Fdez. Lozano


AGUA QUE NO HAS DE BEBER
Brillos de luz ciegan en atardecer de cielo raso,
aguas dislocadas  a bocados en corrientes de rio,
guiños caprichosos cernidos con polvo de oro,
molestan a la vez llaman, irritan a un tiempo atraen,
obsesionan a mi atenta curiosa.
El parpadeo de fuego revoltoso me intriga,
insistente el beso de sol salpicando destellos,
ráfagas entrecortadas, contraste de luces y vacíos
abrazados, se van yendo, agónicas velas sin cera,   
que al aire sofocan, al agua calientan, de mí pasan.
Intiman en los rápidos de espuma fogosa,
en los claros de roca, espejos de rechazo,
encabritan saltos gotas sueltas sin provecho,
ante mí desfilan de puntillas, mojando al agua.
Según se empalman minutos a la hora,
los reflejos se pochan entre hojas de ramas bajas,
huellas negras, huidizas colas de gato entre piernas,
hasta desaparecer estrujadas en deshechos de hilo,
un recuerdo más al carro de ideales perdidos
que, sin despedir, se diluyen, marchan, desaparecen.
El agua, la luz, la luz y el agua viajan sin vuelta,
un chorreo de sudor cuesta,  piel arañada de espinas,
conseguir que alguna aspiración termine en la mano,
imposible acaparar todas las facetas a la vista,
quimérico involucrarse siempre, ser el mejor en todo.
En la profundidad de los océanos se acumulan
veleros de adiós, de hasta siempre o hasta nunca,
residuos de colores vistosos, oportunidades
convertidas en humo de chimeneas ajadas,
quietas,  con hollín espectador de fuegos  perdidos.
Cuando bebo agua de fuente a morro o a mano,
más de la mitad se escapa a mi ocasión del momento,
el resto que me supera, que no controlo,
no tengo más remedio que admitir con pena:
“Agua que no has de beber, déjala correr”
sin lamento, sin reproche, aunque esté buena.


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