Anochece de frío
seco en mi piel indolente,
en el horizonte círculos de la rosa del viento
sonrojan la neblina que se acerca a la orilla,
contagian el azul verdoso del mar en calma,
enlazando la última ola con la primera nube.
Confundo el color
oscuro del suelo que piso,
de gato pardo camuflado en maleza almagra,
desamparado, sin mis hojas cálidas de estío,
párpados caídos, escurrida pesadez de venas,
casi abandono, y cierro los ojos.
Una luz de
amanecer o crepúsculo no sé bien,
entre ramas de calles enlazadas con arrogancia,
dan una esperanza en mis aletargados sentidos,
vibran labios, desperezan fibras, hinchan venas,
las cercanas a tu presencia abren sus ojos verdes.
En mi exterior
parece de noche, larga, pesada,
el pánico de la inseguridad profunda a cuestas,
en el interior llama de volcán, hambre de fuego.
Te esperaba
libertadora de mi soledad cautiva,
de mi abstinencia retenida al tragar tanta saliva,
te esperaba, resignado, savia enterrada en vida.
Ahora sube un
cosquilleo a la azotea de mi retina,
a la más alta almena
del castillo, escalera arriba,
hasta percibir el resplandor de
tu hoguera ardida,
antorcha de mi cueva hasta la yema verde de guía,
de sombras vagas de candil, a luces rosadas de día.
Foto y poema de José Mª Fdez. Lozano