miércoles, 13 de octubre de 2021

EL DESCENSO


 

EL DESCENSO

Desde unas bocas con forma de copas,

humo de fuego salpican burbujas rojas,

mientras sus párpados rasgan vestiduras

vierten lágrimas encendidas por costuras,

y se asoman despacio, empuja la espalda,

al precipicio incauto de árboles y casas.

El descenso inicia lento por ladera,

salta al vacío de precipicio a ribera

silenciosa, papilla de bebé caliente

que por comisuras al babero vierte,

no importa si está limpio el parque

o recién asfaltada y pulcra la calle.

El descenso arrasa, quema, desgarra

la ilusión de vida que puso el alma,

de racimos maduros sobre la mano

a caldo sucio escurrido de un trapo,

hervidero que chisporrotea chispas,

chirría el chisquero chillos de chicha.

El descenso en desbocada estela

atropella hierba, arbusto, maleza,

con pisada de elefante atemoriza,

su nariz de dragón humea ceniza,

se arrastra, reptil con boca abierta,

fauces de fuego que todo le entra.

El descenso como toda fruta caída

en la cabida de un hoyo termina

o si está cerca en el mar se hunde

y su andar de desprecio concluye,

se asustan atónitos, pobres peces,

un brasero en ascuas no quieren.

El descenso descansa rocoso, seco

cubierto con antifaz de polvo negro

oscuro porvenir, ceniza de horno

apagado, dentro quedan rescoldos

ocultos, íntimos, sangre de fuego,

borbotones de corazón maltrecho.

El descenso, cuando el desahogo

de empacho concluya su arrojo,

luto negro, lágrimas blancas,

las manos harán otra vez casas

hasta que otra fogata de mal genio

con temblores propios de un ebrio,

ponga a cada persona en vela,

la Tierra hasta su piel es dueña,

el hombre como hormiga hogareña

hará familia, camino, vivienda,

mientras

esta borrica, danzarina, lo permita.


Cuadro al óleo 60X60 y poema de

José M.ª Fdez. Lozano (Arte conceptual)

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